AL VUELO — Armas
Por Pegaso
Volando por allá, cerca del Hospital General, donde se inauguraba la nueva Unidad de Oncología Pediátrica, escuché las palabras del Gobernador del Estado, Francisco García Cabeza de Vaca sobre un tema considerado muchas veces como tabú por los políticos mexicanos y gringos: La escandalosa entrada de armas de fuego a México procedentes de los Estados Unidos.
Se dice, y con mucha razón, que mientras la droga sigue un camino de sur a norte, las armas vienen de norte a sur.
La proliferación de armas de fuego en México no es nada nuevo. Tanto así que la Secretaría de la Defensa Nacional, en coordinación con los Municipios, realiza por lo menos dos campañas de canje de armas por despensas al año.
La mayoría de los artilugios entregados son antiguallas inservibles, de la época de Pancho Villa.
Y mientras tanto, los verdaderos delincuentes, los que sí dañan a la sociedad, traen armamento de lo más moderno, personalizadas, con incrustaciones de oro, platino y diamantes.
Ya hemos visto que la capacidad de fuego de la delincuencia organizada es muy superior que la del propio Ejército.
Por el contrario, los soldados han sido equipados sólo con los pequeños fusiles “mini mí” y la chirris ametralladora de manufactura mexicana Ciucóatl; sólo las unidades artilladas traen consigo las temibles Barret, pero hasta ahí llegan.
El Gobernador fue muy enfático al decir que casi nadie habla de las armas que entran a México vía los gabachos.
Literalmente dijo en su discurso de ayer: “¿Qué pasaría si no hubiera armas? Pues no hubiera este grado de violencia. ¿De dónde vienen las armas? ¡Pues de Estados Unidos! Necesitamos que nuestra contraparte, en este caso nuestros vecinos a los cuales siempre he apoyado, siempre he trabajado de la mano con ellos, pues ahora es decirles: “¡Oigan! Como que ya estuvo bueno, ¿no? Porque sin armas no hay violencia, no hay este grado de violencia!.
Pero decirlo es una cosa y hacerlo es otra muy diferente.
En una colaboración de hace aproximadamente un año yo le decía al hoy Gobernador de Tamaulipas que no se juntara tanto con esa chuzma, perdón, que sí se juntara, pero que les dijera sus verdades.
Y una de ellas es precisamente el tema de las armas.
La economía gringa vive de la guerra, de la venta de armas. Si no venden armas, ese país colapsa.
Todo mundo sabe que cuando sus finanzas están por los suelos, van a cualquier nación tercermundista e inventan una guerra para después venderles armas a los alzados y así garantizan el famosísimo estilo de vida norteamericano.
¿Y en qué consiste ese estilo de vida?
1.- Todos los güeros, desde los diez años en adelante, se meten droga hasta por las orejas. Convertidos en una especie de robots consumistas, tienen la necesidad de imperiosa de evadirse de la realidad por lo menos durante algunos momentos, ya que la gran mayoría están hasta la madre de deudas.
2.- Estrenan carro cada año y ropa cada mes. Consumen cantidades industriales de comida chatarra, son sedentarios y no les gusta trabajar porque para eso tienen a los mexicanos que hacen la chamba pesada por ellos.
3.- Tienen una tasa de jubilados de las más altas del mundo. Los viejillos que obtienen ese beneficio se la pasan vegetando de un campo de golf a otro, consumiendo más de la mitad del producto interno bruto del país.
Pero además, cada norteamericano tiene el derecho de portar armas de fuego del calibre que quiera, tanto en su casa, en su vehículo o en su persona.
Un norteamericano promedio, tiene no una, sino dos, tres o más pistolas, rifles de asalto o subametralladoras.
Quienes pueden pagarlo incluso pueden tener tanques de guerra y si les cabe en el patio hasta un acorazado, con tal de sentirse seguros.
Sin la venta de armas, Estados Unidos colapsaría en unas cuantas semanas.
En varias ocasiones he entablado comunicación con un amigo que vive en gringolandia. Este amigo siempre ha dicho que en México se debe autorizar el uso de armas de fuego de mayor calibre por parte del ciudadano.
Y recientemente el Presidente de CANIRAC, Poncho de León (el bueno), pidió a las autoridades que permitan a la gente que porte su arma al cinto y de esa manera, desalentar a los delincuentes.
En lo personal no creo que sea la solución a todos nuestros problemas, pero ahí está el planteamiento.
Ahora hablemos del consumo de drogas.
En la colaboración de hace un año a la que hago referencia, decía yo que si el gobierno de ese país decide cerrar en serio la frontera a las drogas, los güeros se volverían locos a causa del síndrome de abstinencia.
Esto nos lleva a comentar algo que se sabe, pero que no se puede publicar en un periódico: Las aduanas del vecino país dejan pasar la droga que viene de México y de otros países para atender la extraordinaria demanda de su gente.
De verdad, yo invito a El Trompas o a cualquier senador de Estados Unidos que cierre las fronteras a los estupefacientes y verán cómo se ponen de locos sus ciudadanos.
Pues bien. Son dos temas que el Gobernador Cabeza de Vaca debe tratar cuando se entreviste con sus colegas gringos: La venta de armas de allá para acá y la venta de drogas de aquí para allá.
Había un comercial de televisión hace mucho tiempo, donde un sujeto le decía a una mujer que estaba desperdiciando el agua: “¡Amanda, ciérrale!”
Yo le pediría a nuestro Gobernador que les diga lo mismo a los gabachos: “¡Ya ciérrenle a la venta de armas!”, “¡Ya ciérrenle a su autoconsumo de drogas!”
Quien quita y le hagan caso.
Va el refrán estilo Pegaso: “¿Negabas que producías un fuerte estruendo, pequeña arma de fuego?”. (¿No que no tronabas, pistolita?)