AL VUELO — Salomón
Por Pegaso
Sentado en mi nubecilla viajera me pongo a leer y a releer las notas periodísticas relacionadas conel tema de las adquisiciones y arrendamientos del Municipio para tratar de entender todo ese intrínguilis.
Y me pongo a pensar que, fuera de intereses políticos o de grupo, incluso de minucias legales, lo más importante que hay para un gobierno es el bienestar de la ciudadanía.
Invadidos por la basura, los baches y los problemas sanitarios, es urgente que se ponga atención a esos problemas y se busque una solución ya no política, o técnica, o legal, sino más bien salomónica.
Es muy famosa aquella anécdota en que el rey Salomón recibió en el palacio a dos mujeres que se peleaban la maternidad de un niño.
Les preguntó a ambas quién era la verdadera madre y las dos aseguraban que habían parido al infante.
Tan acalorado era el debate y tanto alboroto se hizo, que Salomón mandó llamar a uno de sus ayudantes y le dijo que trajera una espada para partir al niño a la mitad y así, darle a cada quien una parte igual.
Naturalmente que la verdadera madre reaccionó de manera inmediata y prefirió darle al niño a su rival antes de que éste fuera herido.
Entonces, el rey tomó a la criatura y la puso en brazos de su progenitora.
Empantanado el diálogo en el Cabildo por éstos y otros temas, urge entonces que se tomen decisiones encaminadas al bienestar común y dejar a un lado las viejas rencillas.
Leer siempre nos ilustra. Hay una frase que me gusta mucho, de un autor que desconozco: “Lee poco y serás como muchos; lee mucho y serás como pocos”.
Así, podemos adentrarnos un poquito en la historia, o si se quiere, en la historia bíblica y podemos saber quién fue el rey Salomón y por qué su nombre pasó a formar parte de nuestro lenguaje cuando describimos una acción basada en la sabiduría.
Hijo del rey David y de Betsabé, fue ungido como soberano de los hebreos e instruido acerca de sus obligaciones por su padre.
A la muerte de David, Salomón, apoyado por su madre, inició un reinado caracterizado por un largo período de paz y de buenas relaciones con los pueblos vecinos, durante el cual el país experimentó un gran desarrollo económico y cultural.
La palabra salomónico ha pasado a formar parte de nuestro lenguaje cotidiano para describir a aquellos actos o decisiones sabias, inteligentes.
Cuando Sancho Panza llegó a gobernar la ínsula Barataria se le presentaron algunas situaciones difíciles que tuvo que resolver aplicando su ingenio y salomónicas decisiones.
Por ejemplo: En un pueblo había un puente y para pasarlo la persona tendría que decir a dónde iba, si decía la verdad se le dejaba ir, si decía mentira, se le colgaba en la horca.
Llegó un paisano y el guardia le preguntó hacia dónde se dirigía. El hombre le contestó que a morir a la horca.
Entonces, si era verdad moriría en la horca y no se le podía condenar por ello, y si resultaba que era mentira, entonces sería por ello enviado a la horca y al final de cuentas también resultaría verdad lo que dijo.
Tras un sesuso análisis, Sancho llegó a la conclusión de que si no hay forma de ahorcar a medio hombre y dejar libre a la otra mitad, y por otro lado, si existen las mismas razones para dejarlo vivo que para ahorcarlo, ¡entonces lo que sobra es la absurda ley para cruzar el puente!
Y así, el buen escudero de Don Quijote iba resolviendo los más intrincados problemas que se le presentaban, y pasó a la historia de la ínsula Barataria como un gobernante justo.
Sean pues, los reglamentos como una guía y no como varas inflexibles que impiden llevar beneficios a la comunidad.
Sean puestos a un lado los intereses de grupo y vengan soluciones salomónicas, que buena falta les hacen a los reynosenses.
Los dejo con el salomónico refrán estilo Pegaso: “Elevando preces a la deidad y con la diestra empuñando el instrumento contundente”. (A Dios rogando y con el mazo dando).